En el marco del centenario
de la firma del armisticio de Compiègne, que socavó las bases del primer
gran enfrentamiento bélico de alcance global, EEI al Día trae para ustedes un segmento
especial dedicado a la Primera Guerra Mundial, una coyuntura crítica cuyo
impacto dejó egregias enseñanzas a las generaciones del presente. De la mano de
un distinguido grupo de expertos, además profesores de nuestra Escuela de
Estudios Internacionales, Esther Mobilia, Alfredo Vásquez y Lucía Galeno nos
permitirán hacer una reconstrucción del conflicto para analizar los efectos del
acuerdo que marcó su fin y determinar el impacto del mismo en nuestros días.
Primera parte: La Primera
Guerra Mundial, una coyuntura crítica
Por Esther Mobilia, profesora de la cátedra de Historia de las Relaciones
Internacionales, EEI, UCV
Entre 1914 y
1918, el enfrentamiento bélico conocido como la Primera Guerra Mundial asoló
buena parte del globo y mantuvo a la colectividad en vilo durante los 4 años
que tuvo lugar.
Los actores principales fueron los
Estados modernos, específicamente los que alcanzaron el rango de potencia.
Desde finales del siglo XIX, específicamente a partir de 1870 en adelante, el
mundo occidental sufrió una serie de cambios económicos y sociales que
definimos como la Segunda Revolución Industrial, proceso que tuvo consecuencias
a escala global. Económicamente hablando, se produjo una aceleración de la
producción industrial y a su vez un incremento del capital circulante en las
economías nacionales con respecto a las décadas anteriores; la electricidad
inició su proceso de desplazamiento del carbón como principal fuente de energía
y la banca asumió un rol protagónico como entidad de préstamo, apoyando así a
las diversas iniciativas empresariales.
Durante este tiempo, las potencias
habían desarrollado una prolija política imperialista, cuyo proceder los llevó
a conquistar buena parte del continente africano, el sur de Asia y a establecer
áreas de influencia en la América hispana. De la misma manera, el auge del
nacionalismo, el cual había sido uno de los principales motores ideológicos del
decimonono, se había convertido en la fuerza vital que impulsaba el agresivo
proceder expansionista de las potencias: la demostración del poderío bélico,
del éxito militar y de la conquista de vastos territorios no era sino la
demostración del poderío de la nación en cuestión.
El enfrentamiento bélico, que parecía
inminente en el verano de 1914, correspondió a un proceso de reorganización
diplomática y militar que tuvo lugar en Europa luego de culminadas las empresas
de unificación de Italia y Alemania en la segunda mitad del siglo XIX, al cual
se integraron posteriormente países como Estados Unidos y Japón. Y es que antes
de la guerra diversos Estados europeos estaban tensamente enfrentados en dos
bloques de poder conocidos como la Triple Alianza y la Triple Entente. La
primera, integrada por la Alemania del Segundo Reich, Austria-Hungría e Italia,
se constituyó con el propósito de cerrar filas ante cualquier ataque,
presumiblemente francés, que pudiera tener lugar en Europa y los imperios
coloniales. A su vez, y en el bando contrario, la Triple Entente se formó con
el propósito de frenar la política expansionista de la Triple Alianza,
integrando a Francia, Inglaterra y Rusia en un bloque de cooperación militar
mutua en contra de los imperios centrales.
A finales del siglo XIX y principios
del siglo XX tuvieron lugar en la cuenca
del Mediterráneo una serie de crisis que avizoraban la inminencia del conflicto
bélico entre los bandos aliados. Nos referimos a los sucesos que tuvieron lugar
en Marruecos y en la península de Los Balcanes, acontecimientos que permitieron
probar tanto la extensión de las alianzas, el nivel de desarrollo bélico y el
compromiso nacionalista que caracterizó el proceder de las potencias europeas
involucradas en dichos acontecimientos. La mediación internacional logró frenar
la escalada de los conflictos y la guerra eventualmente no inició sino en el
verano de 1914 con el asesinato del Archiduque de Austria y heredero del trono
austro-húngaro, Francisco Fernando de Habsburgo, en el contexto de la tercera
crisis balcánica. Luego de la declaración de guerra en el verano de 1914,
tuvieron lugar las primeras demostraciones de poder por parte de la Triple
Alianza y de la Triple Entente, las cuales se fueron reorganizando
militarmente. En las primeras de cambio, los intereses nacionales de las
potencias europeas impulsaron una mudanza en la organización de las fuerzas del Viejo Continente, específicamente
en lo relacionado con Italia, la cual se pasó al bando de la Entente en abril
de 1915 por la negativa de Austria-Hungría de concederle la región del Trentino
austro-húngaro, y del Imperio Turco
Otomano, que gracias a la gestión alemana fue incorporado al bloque de la
Triple Alianza o Potencias Centrales a finales de 1914, con el propósito de
obtener colaboración ante las aspiraciones expansionistas de Rusia en la cuenca
del Mar Negro y la península balcánica.
En el contexto de la guerra, las
potencias enfrentadas no fueron solo europeas. Destaca en este particular el
caso de Japón en época Meiji, el cual también sufrió un proceso de reformas
políticas y económicas a finales del siglo XIX, que lo llevaron a
industrializarse, y al estilo de las potencias europeas, mantener una agresiva
política expansionista, imbuida de un nacionalismo exacerbado. En el contexto
de la guerra, Japón se incorporará al bando de la Entente, buscando minar la
posición alemana en el litoral chino mediante una serie de campañas militares
en la provincia de Shandong, así como la ocupación de varios archipiélagos en
Asia y Oceanía.
A partir de 1917 la guerra cobrará
otro cariz con la incorporación de los Estados Unidos y el retiro de Rusia. En
el caso del país norteamericano, son dos los acontecimientos que permiten
explicar su incorporación definitiva al bando de la Entente: por un lado, el
hundimiento del buque de pasajeros Lusitania
en 1915 por parte de submarinos alemanes, el cual generó una ola de rechazo en
la sociedad estadounidense, y por otro lado el envío en enero de 1917 de un
comunicado alemán a su embajador en México, conocido como el telegrama Zimmermann, cuyo propósito era
invitar a México a que formara parte de las Potencias Centrales y que se
enfrentara a Estados Unidos en el contexto de la guerra, teniendo como
hipotética recompensa la recuperación de los territorios perdidos luego de la
firma del tratado Guadalupe-Hidalgo en 1848. En el caso de Rusia, el número de
bajas en la guerra (se calcula que fueron 10 millones, aproximadamente), la
crisis económica del momento y el éxito del movimiento político bolchevique a finales
de 1917 impulsaron un viraje en la política exterior del Estado ruso el cual
tuvo como punto cumbre la firma del tratado Brest-Litovsk en la primavera de
1918.
Esta guerra no fue estrictamente el
primer conflicto de carácter mundial que se ha registrado en la historia. Desde
el siglo XVIII los imperios coloniales europeos se habían enfrentado en
reiteradas ocasiones, registrándose combates no solo en Europa sino también en
sus posesiones en ultramar. La importancia de esta guerra radica en el número
de bajas registradas (alrededor de 20 millones entre civiles y militares) y el
notable desarrollo tecnológico que aupó las campañas militares. En el balance
final del conflicto debemos considerar la importancia de la superación del
antiguo esquema de dominio propio del Viejo Continente durante buena parte del
siglo XIX, en el que las monarquías de corte conservador habían mantenido el
poder hegemónico. De la misma manera, el conflicto rompe con la supremacía
europea al permitir el ascenso de dos importantes centros de poder como lo eran
Estados Unidos y Japón, llevando a la finalización de la época del
imperialismo. La revolución industrial se profundiza, iniciando un ciclo de
crecimiento económico a escala global que se extenderá durante, al menos, 10 años.
De la misma manera, la creación de nuevos Estados donde antes reinaban los
antiguos imperios históricos tanto en Europa Oriental como en Asia, así como la
fundación de un nuevo sistema internacional de seguridad colectiva, conocido
como la Sociedad de las Naciones, serán las bases en las cuales se fundamentará
la postguerra, un mundo moderno, aparentemente
con mayores libertades, pero que arrastrará viejas cicatrices que tomarán
décadas en ser completamente sanadas.
Segunda parte: Un armisticio
que enarbola la bandera de la paz
Por Alfredo Vásquez, profesor de la cátedra de Derecho Internacional
Público, EEI, UCV
La
conmemoración del centenario de la firma y entrada en vigencia del armisticio
de Compiègne constituye una oportunidad, no solamente para venerar la memoria
de la generación de jóvenes trágica e inútilmente sacrificada en los campos de
batalla de la catastrófica Primera Guerra Mundial; sino para reflexionar sobre
la necesidad impretermitible de erradicar la guerra como instrumento de
política internacional.
La
Primera Guerra Mundial ocurrió dentro de una prolongada crisis del Derecho
Internacional, desencadenada por la necesidad de dar respuesta a la
tecnificación del modo de hacer la guerra; las innovaciones tecnológicas del
Siglo XIX hicieron posible conducir las hostilidades en forma mucho más masiva
y letal que en los tiempos históricos precedentes; ante lo cual las
instituciones del denominado Derecho Internacional Público Clásico se mostraron
insuficientes.
Como
primer intento de limitar el Ius ad bellum o derecho de los estados a
dirimir sus conflictos mediante la guerra (hasta entonces indiscutido), en las
conferencias de paz de La Haya de 1899 y 1907 se intentó establecer
limitaciones formales y de fondo al uso de la fuerza por los estados, el establecimiento
del arbitraje como medio de arreglo pacífico de controversias por excelencia y
la limitación del modo de conducir las hostilidades (Ius in bello); sin
embargo, este programa de paz se mostró incapaz de prevenir el trágico devenir
de los acontecimientos a los cuales se avocaron las potencias a partir de 1914.
Tras
cuatro años de batallas, de desgaste, de una mortalidad sin precedentes (Yprès,
Somme, Verdún, Paschendale entre otras), la entrada como beligerantes de los
Estados Unidos (como asociado) y del Japón significó una ventaja estratégica
decisiva a favor de los aliados, que sumado al prolongado desgaste y las
privaciones sufridas por el pueblo alemán a causa del bloqueo naval aliado
hicieron imposible obtener la victoria en el plano militar.
En
este contexto desfavorable a la causa de las potencias centrales; el 14 de
agosto de 1918 se realizó una reunión del liderazgo político y militar de los
imperios Alemán y Austro-Húngaro en el cuartel general alemán de Spa; en este
cónclave los mariscales del Ejército Imperial Alemán (Reichwehr) Erich
Ludendorff y Paul Von Hindemburg hicieron ver al Kaiser Wilhelm II y al
emperador Francisco José la imperiosa necesidad de acordar la paz con los
aliados y con su asociado Estados Unidos, ante la inminencia de un colapso del
Reichwehr en el frente occidental y la consecuente entrada de los ejércitos
aliados y estadounidenses en el territorio de Austria y Hungría.
Ante
la inminencia del desastre militar, los imperios centrales decidieron acogerse
al mensaje sobre los “catorce puntos” del presidente de los Estados Unidos
Woodrow Wilson (1) con vistas a buscar una mediación estadounidense dado el
carácter de asociado y no de aliado que asumieron los EEUU, buscaban de este
modo obtener mejores condiciones en la inminente paz, sin quedar a merced de
los aliados, en particular de Francia y Bélgica.
Los
intentos infructuosos de los gobiernos alemán y austriaco por obtener unas
condiciones aceptables por parte de los Estados Unidos y la posibilidad de que
Bulgaria se sumara al bando aliado motivaron
a la abdicación del Káiser y su abandono del territorio alemán, dejando
una naciente república convulsa y sumida en violentos intentos de instaurar
repúblicas soviéticas en Berlín y en Baviera; dejó además a los republicanos y
social-demócratas la tremenda carga y la responsabilidad histórica de negociar
y firmar la paz con una Francia movida por el deseo de vengarse por los
sufrimientos y los inmensos sacrificios humanos ocasionados en cuatro años de
combates en el frente occidental.
Correspondió
por lo tanto a la naciente República Alemana proclamada el 9 de noviembre de
1918, el doloroso deber de acordar los términos del cese de hostilidades y del
tratado de paz con una Francia movida por el deseo de vindicta por las cuantiosas
pérdidas humanas y materiales sufridas por sostener en su territorio los
combates del frente occidental. Más adelante, la propaganda política de las
fuerzas demagógicas pangermanistas, en particular del Partido Nacional
Socialista Obrero Alemán (NSDAP), sostendría el mito de que el ejército alemán
estaba encaminado a la victoria y que
fue víctima de una “puñalada por la espalda” por parte de elementos anti-alemanes
movidos por el judaísmo internacional, esta propaganda hizo particular énfasis
en promover el rechazo hacia el armisticio y el tratado de Versalles.
El
armisticio firmado en la madrugada del 11 de noviembre de 1918 en un tren
militar en el bosque de Compiègne, significó una verdadera humillación para la
neonata República de Weimar, a la que se le impusieron términos draconianos de
rendición frente a la delegación aliada encabezada por el Mariscal francés
Ferdinand Foch, que implicó de hecho la entrega total de la escuadra de guerra
alemana y el desarme del Reichwehr.
El
cese definitivo de las hostilidades a las 11 horas del día 11 de noviembre de
1989 puso fin al horror de la I Guerra Mundial, con más de 10 millones de
fallecidos a costa de una generación de jóvenes sacrificados de manera absurda;
muchos de los que lograron regresar a sus patrias con vida lo hicieron
solamente para encontrarse con unas sociedades convulsas, en la ruina y ante la
emergencia de la nueva filosofía política del bolchevismo.
Con
posterioridad al cese definitivo de las hostilidades se reunió en París la
conferencia de paz que habría de sellar definitivamente el nuevo orden político
y jurídico mundial después de la Gran Guerra, en esta conferencia se pondrían a
prueba las ideas políticas y filosóficas del Presidente Woodrow Wilson,
contrastadas con los intereses y las ideas de los estadistas de los aliados,
como el Primer Ministro Británico Lloyd George, y sus colegas el francés
Georges Clemenceau, Jan Smuts de la Unión Sudafricana, Wellington Koo de China
y Vittorio Emanuele Orlando de Italia, todos ellos portavoces de disímiles
intereses nacionales y con distintas visiones del Derecho y de la Diplomacia.
De
las negociaciones entre los estadistas habría de surgir el ambicioso experimento
de fundar un nuevo tipo de organización internacional encargada de velar por el
mantenimiento de la Paz y la Seguridad internacionales mediante un sistema de
seguridad colectiva, la Sociedad de Naciones, cuyo pacto fundacional fue
incluido como primera parte de los tratados de paz que pondrían fin de iure a
la Gran Guerra (2); este pacto implicó diversas fórmulas de compromiso entre
las propuestas de Wilson y las de los jefes de gobierno de los aliados.
Trágicamente
para Wilson, el senado de los EEUU se negó a aprobar los tratados de paz, por
lo que la nueva organización surgió sin la presencia de aquel estado que había
sido su principal promotor y que constituía una de las potencias militares cuyo
concierto era imprescindible para la eficacia del naciente sistema de seguridad
colectiva que se inauguraba.
Este
nuevo sistema, basado en la primacía de las soluciones pacíficas antes del
recurso a la guerra (por ello se le denominó doctrinariamente como “moratoria
de la guerra”, se mostró insuficiente para afrontar las graves crisis que
afrontaría la sociedad internacional durante los años por venir; años después
el mundo se encontraría en medio de un conflicto internacional aún más
mortífero y destructivo.
Se
dice que el Mariscal Ferdinand Foch, al contemplar el resultado de la
conferencia de paz de París exclamó: “Esto
no es un tratado de paz, es un armisticio de veinte años”, este ejercicio
visionario tendría su trágica confirmación el 1 de septiembre de 1939 con la
agresión de una nueva Alemania en contra de Polonia, que significó el inicio
de la Segunda Guerra Mundial, en este
conflicto la Alemania avocada a la venganza de la humillación sufrida en el
tren militar estacionado en el bosque de Compiègne el 11 de noviembre de 1918
haría firmar a Francia su capitulación el 22 de junio de 1940 en el mismo tren.
De
la Segunda Guerra Mundial habría de emerger un nuevo sistema de Seguridad
Colectiva, el de las Naciones Unidas, y un nuevo Derecho Internacional: el
Derecho Internacional Contemporáneo, en momentos de crisis del sistema de las
Naciones Unidas es preciso tener en mente sus orígenes y jamás olvidar el dolor
y el sufrimiento de quienes padecieron la Primera Guerra Mundial, su
recordatorio es una advertencia perpetua sobre el riesgo que el ser humano representa
para sí mismo cuando se deja arrastrar por su propio afán de dominio y de
destrucción, y sobre la necesidad impretermitible de perfeccionar la Diplomacia
y el Derecho como los medios racionales para la solución de los conflictos en
la sociedad internacional.
Notas del autor:
(1) El célebre mensaje del presidente Wilson conocido
como de los Catorce Puntos fue pronunciado el 8 de enero de 1918 y exponía las
propuestas del presidente estadounidense con vistas a un nuevo orden
internacional, varias de sus propuestas constituyeron posteriormente principios
de la Sociedad de Naciones y de las Naciones Unidas.
(2) El Pacto de la Sociedad de Naciones fue aprobado en
la Conferencia de Paz de París, y formó parte del texto de los tratados de paz
suscritos por los aliados con las los Estados derrotados en la Primera Guerra
Mundial anteriormente conocidos como Potencias Centrales: Tratado de Versalles
(con Alemania, aprobado el 28 de junio de 1919), Tratado de Saint Germain (con
Austria, aprobado el 10 de septiembre de 1919), Tratado de Neuilly (con
Bulgaria, aprobado el 19 de septiembre de 1919), Tratado de Trianon (con
Hungría, aprobado el 4 de junio de 1920) y el Tratado de Sèvres (con el Imperio
Otomano, aprobado el 10 de agosto de 1920 y posteriormente modificado por el
Tratado de Lausana, concertado con la República Turca en 1923).
Tercera parte: Una revisión
del alcance global del conflicto
Por Lucía Galeno, profesora de la cátedra de Historia de las Relaciones
Internacionales, EEI, UCV
En ésta oportunidad, EEI al día le realizó a la Profesora Lucía
Galeno una entrevista sobre algunos aspectos relacionados con la Primera Guerra
Mundial que podrían mantener vigencia en nuestros días. Veamos:
P:
¿Por qué la contienda perduró 4 años a pesar de que algunos estimaban que la
misma no se extendería por más de un año?
R: Hay varios factores a
tomar en cuenta:
Primero: Las fuerzas de
ambos ejes de poder estaban equilibradas, por lo que no había una superioridad per sé que permitiera que un bando se
impusiera al otro de forma rápida.
Segundo: Las implicaciones
del por qué se peleaba. Se peleaba por un nuevo reparto y éste no era un tema
de fácil negociación, ya que se trataba de la supervivencia de las potencias en
un juego suma cero donde la victoria de uno implicaba la desaparición del otro.
Tercero: La presencia de
contradicciones coloniales anglo-francesas, entre Turquía y Rusia y Austro
Hungría en los Balcanes.
Cuarto: Recordemos que la
guerra se estanca. El desplome del imperio ruso luego de 1915 y, posteriormente
del Imperio Austro Húngaro, influyó en el estancamiento del conflicto. La línea
de trincheras en Francia se convirtió en un desgaste para los alemanes y
también para los mismos franceses, lo cual contribuyó a la paralización del
mismo.
Quinto: Los británicos
también entran en recesión durante la guerra y no pueden imponerse. Alemania a
pesar de estar en mejores condiciones que los demás, no sumaba las fuerzas
suficientes para enfrentarse a los franceses y británicos en el Oeste, mientras
que en el Este no pudo sostenerse la situación por falta de apoyo de los austro-húngaros
y los turcos en el frente oriental, estancándose la situación en ambos frentes.
No es hasta 1917, con la retirada de los rusos, que parece ocurrir una victoria
alemana, sumado a la contra-ofensiva de la Entente.
P:
¿Cuáles son los factores y las fuerzas profundas que incidieron en la victoria
de la Entente?
R: Estos factores y fuerzas
profundas están directamente relacionados con la fortaleza del mismo Estado. Por
ejemplo, Inglaterra y Francia a pesar de la recesión económica y complicaciones
a nivel político figuran como Estados
bastante sólidos.
Por otra parte, los Estados
del Eje presentan una situación más difícil, principalmente Austria-Hungría
donde no existe un Estado-nación, lo cual le impide tener la cohesión necesaria
para enfrentar el conflicto. Ellos esperaban que la guerra frenara los
movimientos secesionistas, no obstante, resultó todo lo contrario. La “guerra”
fue el elemento catalizador de estos movimientos, razón por lo cual estos
estados no pudieron sobrevivir al conflicto.
El caso de Alemania, a
pesar de estar más cerca de ser un Estado-nación, aun no siéndolo en su
totalidad, es un Estado recién unificado bajo una estructura absolutista que contrastaba
con las ideas liberales y progresistas de la sociedad ceñida a la coyuntura.
Adicionalmente, encontramos
al Imperio ruso y su inestabilidad interna, puesto que su modelo absolutista
conservador ya no tiene cabida en el periodo en cuestión.
Por otra parte, la Entente
va a compensar el retiro del Imperio ruso con la entrada de los Estados Unidos
al conflicto. Los estadounidenses llegan a darle fuerza a la Entente con
tecnología militar y técnicas novedosas, desconocidas para los otros estados, a
pesar que muchos historiadores desprestigian el papel estadounidense en la
guerra.
En conclusión, la razón
fundamental será la disolución de los imperios (turco, austro-húngaro y
alemán). Más allá de una victoria aplastante de la Entente, todo se debió a la
implosión de los mismos imperios, sumado a la solidez de Inglaterra y Francia
junto a la fresca fuerza estadounidense que, entre 1917 y 1918, les dará la
victoria.
P:
¿De qué manera el impacto de la Guerra modificó el Sistema Internacional?
R: Fue el inicio de la
transición hacia un nuevo sistema, un nuevo orden. Pero no será completado en
el período de entreguerras y es lo que lleva a una segunda guerra más adelante.
Se establece por primera
vez el criterio de la “supranacionalidad”, la existencia de un órgano sobre el
cual descanse la seguridad mundial, una seguridad que ahora es colectiva. Pese
a que la Sociedad de Naciones no va a cumplir sus objetivos de evitar un nuevo
conflicto, se impone como un nuevo paradigma dentro del Sistema Internacional
al abrir paso a lo que será a posteriori la Organización de Naciones Unidas.
Aparecen diversos principios
que formarán parte de la agenda internacional y tranzarán nutridas
negociaciones. Aunque no respetados del todo, si estarán contemplados y
admitidos, a saber:
-Nacionalidad. El nuevo
mapa europeo post conflicto dará paso a este principio, aunque, si se quiere, no
de manera perfecta.
-Autodeterminación de los
pueblos.
-Fin de la diplomacia
secreta, que había sido ejercida durante mucho tiempo (tan de moda durante la
época de Bismarck, comenta la profesora), con el fin de evitar acuerdos clandestinos
que lleven a la guerra.
-La santidad de los
tratados, su transparencia, que sean públicos.
De hecho, la Sociedad de Naciones,
junto a las propuestas de Woodrow Wilson, va a coincidir con los debates de las
Relaciones Internacionales sobre cómo debería construirse el mundo desde
entonces.
El impacto en la sociedad, dada
la magnitud de la guerra. Lo que empezó siendo la “gran guerra europea” se
transformó en una “guerra mundial” a medida que colonias y otros Estados fuera
de Europa se incorporaban.
Por otra parte, el avance
de la ciencia y la tecnología buscaba incorporar nuevas armas -que fueran más
efectivas- a la guerra, creando pavor en quienes participaban en el conflicto. En
éste sentido, las denominadas “guerras de trincheras” tendrían profundos efectos
psicológicos en los combatientes, sumado a las mutilaciones y el uso de armas
químicas.
Estamos hablando de la
primera vez que se evidencia un desgaste tan profundo de la sociedad producto
de un conflicto.
Aunado a lo anterior, se
modificó el mapa de Europa y del mundo. El colonialismo dará paso a un nuevo
sistema que buscaría la independencia de las mismas, siendo un antecedente directo
de la posterior descolonización. Aun con fallas y poco reconocimiento, es el
primer paso hacia el referido proceso de descolonización.
También ocurriría una modificación
de los mapas políticos a gran escala: se impondrá la democracia liberal.
P:
¿Considera usted que la Gran Guerra mantiene vigencia?
R: Sí, aún la posee. El fin
de la Guerra inició un proceso que se completaría en 1945 y va a establecer
elementos fundamentales del Sistema Internacional existentes hoy en día, a
saber:
-Un órgano supranacional
sobre el que descansa, en teoría, la seguridad colectiva.
-Los regímenes
internacionales, el entender los pactos y admitir la existencia de los mismos.
-La autodeterminación de
los pueblos, con el tema de las nacionalidades.
Todos estos son aspectos
fundamentales para entender el panorama internacional actual.
Un artículo increíble, el que ambos partidos estén tan fuertemente ligados a sus posiciones afecta en gran meduda a los americanos. La polémica persigue a Trump como un perro persigue una vara. El gobierno de Trump parece estar más dirigido a cumplir con sus promesas y alcanzar la reelección que en solucionar problemas actuales de la nación.
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