El pasado 22 de diciembre, las dos cámaras del congreso norteamericano levantaron sus respectivas sesiones sin haber obtenido un acuerdo definitivo sobre el presupuesto de financiación federal, cuestión que se tradujo en el cierre parcial del gobierno debido al vencimiento de los plazos presupuestarios planificados hasta la fecha.
Dentro
del sistema político de Estados Unidos, existe una figura denominada “Shutdown”
(“cierre de gobierno”), que implica la clausura de ciertas oficinas de la
administración gubernamental, esto ocurre cuando se produce una falta de
consenso, por parte del congreso, para la aprobación del presupuesto federal
del próximo año fiscal.
Este
fenómeno se ha repetido en reiteradas ocasiones dentro de la trayectoria
histórica de EE.UU y, para ser precisos, se han realizado 18 cierres de
gobierno desde el año 1976; en la mayoría de los casos ha traído como
consecuencia la suspensión de salarios de forma temporal de aproximadamente 800
mil trabajadores, sumado a una creciente demora en el pago de impuestos y
servicios de correo, además del cierre de servicios públicos incluyendo parques
nacionales y museos, hecho que entorpece las actividades turísticas más
importantes del país.
En
esta oportunidad, el cierre de gobierno que tiene lugar actualmente,
corresponde a una fuerte discrepancia entre republicanos
y demócratas, ya que estos últimos
rechazan las propuestas emitidas por el presidente Trump, quien solicita la
inclusión extraoficial de 5.700 millones de dólares dentro del presupuesto
fiscal para la construcción de un muro en la frontera entre Estados Unidos
y México.
Entre
otros aspectos, este es el tercer cierre de gobierno que enfrenta la
administración Trump (2016, 2017, 2018). Sin embargo, la particularidad de este
evento radica en que se acaba de convertir en el más largo de la historia del
gigante norteamericano, rompiendo el récord anterior, que se dio bajo la
administración de Bill Clinton entre los años 1995 y 1996 el cual tuvo una
duración de 21 días.
Ahora bien, lo que se conocerá en adelante como “el
cierre de gobierno más largo de la historia norteamericana”, ha dejado un
profundo impacto dentro de la economía nacional, producto de la suspensión de
un 25% del aparato administrativo, cuestión que ha dejado como consecuencia no
solo el desamparo de miles de trabajadores federales que no han recibido su
salario correspondiente, sino que además ha provocado el debilitamiento de los
sistemas de seguridad aéreos, ha afectado la trasmisión de recursos a misiones
militares en el exterior y ha originado desequilibrios en el sector salud.
Para
comprender mejor la situación que toma relevancia en EE.UU, es necesario
señalar que el cierre afecta directamente nueve departamentos (Estado,
Agricultura, Comercio, Seguridad Nacional, Vivienda y Desarrollo Urbano,
Interior, Justicia, Transporte y Tesoro) cuyo periodo fiscal culminó en
diciembre del año pasado, dejándolos sin recursos para su debido
funcionamiento. A pesar de esta situación, resulta alarmante las declaraciones
emitidas por el primer mandatario de Estado, Donald Trump, quien tras abandonar
las negociaciones indicó que de no acordarse el financiamiento para el muro
fronterizo, procedería a declarar “Estado de Emergencia nacional”, con la
finalidad de llevar a cabo sus proyectos sin depender de la aprobación del
congreso.
Cabe
destacar que para llegar a la aprobación de la ley de presupuesto fiscal, el
senado necesita 60 votos, de los cuales el partido republicano ha logrado
reunir 51; no obstante, las negociaciones con el partido demócrata han
fracasado en la obtención de los 9 restantes.
De
esta coyuntura se deben analizar tres elementos importantes que se desarrollan
en el marco de las contradicciones en la sociedad política norteamericana; lo que
parecía un típico cierre de gobierno dentro del devenir administrativo del
senado, ha revelado la existencia una profunda fisura dentro del establishment americano
que supera las diferencias tradicionales persistentes dentro del bipartidismo.
En
primer lugar, la prerrogativa acerca de la construcción del muro y si ésta
realmente sería una herramienta eficaz para la regulación de los flujos
migratorios que arriban diariamente al país. Y es que, si bien actualmente EE.UU
presenta fuertes problemas para controlar el ingreso de nuevos inmigrantes, el
proyecto de construcción del muro no acabaría con el ingreso ilegal de personas
al país puesto que la construcción del mismo sólo abarcaría una fracción del
Estado de Texas, dejando sin solución el tema de la permeabilidad fronteriza en
las demás zonas, lo cual seguiría permitiendo el ingreso de inmigrantes
ilegales.
Todo
aquello sin contar el costo de seguridad que no se ha incluido dentro de la
cifra presupuestaria, aunado al hecho de que los recursos destinados para el
muro resultarían más productivos de destinarse al mejoramiento de la seguridad
fronteriza ya existente.
Por
otra parte, es necesario centrar el análisis en la realidad que representa la
figura de Trump dentro de la coyuntura nacional. Resulta curioso cómo, al
iniciar su tercer año de mandato, el ejecutivo ha realizado esfuerzos colosales
por llevar a cabo todas las propuestas planteadas durante la campaña electoral
del año 2016. Un ejemplo de esta realidad no sólo se aprecia en la guerra
arancelaria contra China, ni el apresuramiento de la construcción del muro,
sino también en el retiro de las tropas militares en Siria tras ocho años de
guerra.
Donald
Trump está preparando el terreno para su reelección, utilizando como estrategia
el cumplimiento de todas sus promesas realizadas en campaña. Sin embargo, es
importante preguntarse ¿hasta qué punto el cumplimiento ciego de estos
proyectos traerá beneficios para EE.UU?, si está comprobado que la construcción
del muro no erradicaría el problema migratorio, ¿por qué arrastrar a un cierre
del 25% del aparato gubernamental que perjudica tanto la economía nacional? Es
a partir de este punto, dónde las fisuras se profundizan…
Trump
ha llevado la situación de manera tal que inculpa al partido republicano de no
llegar a un acuerdo, perjudicando así a tantos empleados federales. Por su
parte, el partido demócrata señala que la situación se debe a la testarudez del
ejecutivo, cuando la realidad es que las negociaciones fracasan debido a la
marcada posición de las partes por demostrar quien domina una mayor cuota de
poder. Las pérdidas económicas originadas por el cierre de gobierno se acercan
a la cifra propuesta para la construcción del muro, sin embargo, dicha cuestión
ha pasado a constituir un pretexto sobre las luchas institucionales a las que
se avoca EE.UU.
Dentro
de las pugnas existentes entre los partidos, es de vital importancia la
declaración más reciente de Trump en la cual señalaba que de persistir la
negativa de los demócratas para la aprobación de la ley presupuestaria,
procedería a declarar un Estado de Emergencia, que le permitiera tomar
atribuciones directas sin la aprobación del congreso. Ante esta amenaza, se
pueden inferir dos escenarios: 1) que utiliza esta declaración como instrumento
para presionar a los demócratas y así lograr el acuerdo a su favor en las
negociaciones, y 2) una visión más alarmante nos indicaría que el líder con
rasgos populistas hacia la exaltación de la clase tradicional norteamericana,
busca desafiar al establishment, utilizando esta coyuntura para hacerse cargo
de mayores cuotas de poder.
Si
bien ya varios senadores han manifestado que de seguir este curso de acción se
impugnaría ante los tribunales, la amenaza de Trump representa un claro
atentado al equilibrio institucional de EE.UU, cuestión que pocas veces se
había presenciado en la historia norteamericana y que representa un grave
altercado hacia su sistema político.
Finalmente,
el tercer elemento de análisis se centra en la crisis de identidad que
actualmente está experimentando la hegemonía americana. Más allá de las
aspiraciones políticas de Trump como estadista, esta coyuntura nos presenta la
puesta en escena de la transformación de uno de los actores más preponderantes
del Sistema Internacional, puesto que si bien a simple vista el cierre de
gobierno parece un tópico enfocado hacia las políticas domésticas, el origen de
la disputa, es decir, la construcción del muro fronterizo, representa el cambio
de rumbo que se está discutiendo desde el corazón del Estado; dado que las
medidas en discusión se aproximan más hacia una vía de aislacionismo de la gran
potencia en detrimento de la promoción universal de los valores democráticos
liberales promovidos por más de 40 años.
Más
allá de la imagen de inclusión que se había trabajado durante el gobierno de
Obama, Estados Unidos se presenta actualmente como una hegemonía desgastada,
que enfrenta fracturas internas en la búsqueda de nuevos caminos para el futuro…
¿y ahora qué sigue? Sólo el tiempo definirá cual será nuevo rol definitivo que
asumirá los Estados Unidos de América en el tablero geopolítico mundial.
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